¿Por qué el agua apaga el fuego?

noviembre 24, 2019

Para entender esto, primero necesitamos saber por qué se crea el fuego. 
Para encender fuego, además de calor, se necesita algo que se deje quemar, un combustible (como hojas secas o la nafta) y oxígeno.

Por ejemplo, si nos encontráramos en la Luna, los fósforos no encenderían aunque los pasemos contra la tira marrón de la cajita mil veces. La punta roja tiene una mezcla química que al frotarla contra la tira logra que la caja libere mucho calor, la madera del palito es el combustible y el aire pone oxígeno, pero sin aire, no lograríamos nada. Es imposible encender fuego en la Luna.

Como nosotros, la llama necesita oxígeno continuo para sobrevivir. Por eso mucha gente tira frazadas encima de las llamas para apagarlas. Si el fuego no es muy grande éste método da buenos resultados, siendo el más seguro el agua. 
Aunque no la cubras con un vaso, puede pasar que la llama de una vela se debilite después de un rato. Si cortaras el pabilo, la llama recuperaría su fuerza. De ahí viene la palabra despabilar.

El agua resuelve dos problemas. Actúa como separadora de aire y combustible y en vez de abrigar enfría, devorando el calor. Por eso es la enemiga número uno del fuego.

Ahora bien, aunque esa sea la norma, el agua no siempre apaga el fuego. A veces es como tirarle más leña, porque si el combustible que está ardiendo es aceitoso, y teniendo en cuenta que el agua y el aceite se repelen, las gotas de ésta van a alejarse de ellas y el fuego va con ellas. El incendio se agranda.

Los matafuegos tiran una espuma que separa el oxígeno de las llamas, por eso es muy importante que en los lugares donde se pueden producir incendios con combustibles que se llevan mal con el agua, haya siempre a mano un matafuegos.

Cuando el suelo y los árboles están muy secos y hace mucho calor, cualquier chispa puede hacer que un bosque se convierta en una gigantesca bola de fuego, donde las llamas pueden llegar a ser tan altas como un edificio de 15 pisos. En el verano de 1998, se produjo en la provincia de Neuquén (Argentina) un incendio terrible. Fue tan grande que se quemó un lugar donde entraría tres veces la Ciudad de Buenos Aires.

Incendios de la selva amazónica de 2019. Las llamas consumieron 2,5 millones de hectáreas solo en agosto de este año, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE). Incendios en el Amazonas © Victor Moriyama / Greenpeace
Para combatir un incendio forestal de tal envergadura algunos bomberos llegan en paracaídas para dirigir la tarea desde el lugar, allí deciden cuál es la mejor manera de combatir el incendio, mientras esperan que lleguen refuerzos desde la tierra. Con helicópteros especiales se rocía espuma y agua sobre las llamas. Algunos países tienen aviones que se apoyan en los ríos y pueden cargar miles de litros de agua en muy pocos segundos.
Suena raro, pero el fuego también se puede combatir con fuego. Los bomberos queman a propósito y con mucho cuidado, un anillo que envuelve la zona incendiada. Cuando el incendio llega allí, ya no queda nada para quemar y el fuego se apaga porque ya no hay más combustible. Incluso en algunos países, la gente que vive cerca de un bosque se entrena para ayudar en los incendios forestales.

En el año 673, los árabes rodearon con sus barcos la ciudad de Constantinopla para atacarla (actual ciudad de Estambul, en ese momento parte del Imperio romano de Oriente o  Imperio bizantino). Tenían todas las de ganar, pero no contaban con la astucia del sabio Calínico, un arquitecto e inventor originario de Siria, que creó un combustible que no se apagaba con el agua, al que llamaron fuego griego. Los defensores encendieron el combustible y lo lanzaron con sifones presurizados hacia los barcos de madera de los invasores. Los árabes nunca habían visto fuego en el agua y no sabían cómo apagarlo. Se asustaron tanto que decidieron pegar la vuelta, y Constantinopla se salvó.

Este fuego griego fue responsable de varias importantes victorias militares bizantinas, especialmente la salvación de Bizancio en dos asedios musulmanes, con lo que aseguró la continuidad del Imperio, constituyendo así un freno a las intenciones expansionistas del Islam, y evitando la posible conquista de la Europa Occidental desde el Este. El fuego griego era un secreto de Estado que se guardó de forma exitosa, tanto, que su composición se ha perdido.



Fuente: Carla Baredes e Ileana Lotersztain. Preguntas que ponen los pelos de punta: sobre el agua y el fuego. Buenos aires: ediciones Iamiqué, 2003

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