El español que se hizo pasar por Cacique Inca, Pedro Bohórquez.

noviembre 26, 2019

En la historia de la conquista del norte argentino figura un hecho curioso que las crónicas, y luego las novelas basadas en ellas, han llamado El episodio del falso Inca. El mismo motivó la segunda guerra de los calchaquíes. Un andaluz nacido bajo la Corona Española, pintoresco y aventurero, se hizo pasar por descendiente de los incas, soberanos del Perú. Engañó a los indígenas calchaquíes (conjunto de culturas diaguitas), al gobernador de Tucumán y, a mediados del siglo XVII, hizo sublevar a todos los indígenas de la región del norte. 



Durante sus andanzas por América, el andaluz Pedro Chamijo (1602–1667), cambió muchas veces de nombre. Simuló estar emparentado con la nobleza española, haciéndose llamar Pedro de Bohórquez en el Perú y en Chile. En 1567 se presentó en los valles calchaquíes y dijo llamarse Huallpa Inca, y a su mujer (una mestiza que venía con él) le daba el título de Coya, es decir, princesa incaica. 

 Llegó a una zona donde los diaguitas "calchaquíes" se mostraban reticentes a técnicas de sumisión empleadas con éxito con otros grupos de la zona. Entre los escasos resultados de los jesuitas por esclavizarlos pudieron conocer un vago rumor de que estos pueblos originarios conocían la ubicación de prodigiosos yacimientos de metales preciosos vacantes desde el desmoronamiento del Imperio incaico.

De alguna manera Pedro Bohórquez conoció esta situación y entre las historias fabulosas que contaba, figuraba la que se refería a la existencia de un reino imaginario llamado Paltiti, en el que se daba el oro con tal abundancia que no había más que recogerlo del suelo. Estos relatos y el hecho de estar casado con una joven indígena lograron ganarse la confianza de los calchaquíes, haciéndose pasar por el último descendiente de los Incas con el nombre de Inca Hualpa.

Los calchaquíes le creyeron, siguieron y prestaron sumisión. El aventurero solía emplear un tono reverente cuando hablaba con los españoles, y a los misioneros les decía que iba a prestar ayuda en la conversión de los indios. A las autoridades les aseguraba que, gracias a él, los calchaquíes iban a mantenerse sumisos y se prestarían a trabajar en las encomiendas. Prometía también encontrar los tesoros escondidos de los antiguos incas, cuyo paradero sólo él conocía. 

El gobernador de Tucumán, Alonso Mercado y Villacorta (1620–1681) se ilusionó con tales promesas, así que se trasladó desde la ciudad de Córdoba hasta Londres de Catamarca (actual provincia de Catamarca) con el solo objeto de saludarlo personalmente y tener con él una entrevista. Bohórquez, ataviado a la moda de su supuesto lugar de origen, fue llevado en andas en una silla de mano y vistiendo el llantu, ambas características de los emperadores incas. Llegó acompañado por más de un centenar de caciques; indígenas cubiertos con sus típicas vestiduras de lana, que ostentaban largas melenas. El gobernador y sus tropas, con uniformes de parada, los recibieron con grandes agasajos. También habían ido hasta Londres los vecinos de Catamarca y ochenta soldados del fuerte Adalgalá. Hubo fiestas durante quince días, carreras de sortijas y corridas de toros. Vecinos españoles representaron dos comedias en honor del gobernador y sus visitantes.

El gobernador de Tucumán le dio trato de capitán general, y en medio de la celebración lo nombró teniente gobernador y justicia mayor.

Inca Hualpa volvió con sus indios; había prometido no sublevarse. Pero, al poco tiempo, todo el norte se conmovió. Con quinientos hombres asaltó el fuerte de Andalgalá; con otros mil quinientos cayó sobre la ciudad de Salta. Por un momento pareció que dominaba toda la situación, pero las fuerzas españolas se impusieron y el falso Inca fue vencido y apresado. Las autoridades de Perú lo mandaron a ejecutar por traidor y amotinador.

Bohórquez escribió al presidente de la Real Audiencia de Charcas (más alto tribunal de apelación de la Corona española con sede en La Plata, actual Sucre) solicitando un indulto, que fue concedido por una junta de guerra, por lo que se entregó a las autoridades de Salta. Cuando era llevado a Lima se conoció que promovía un nuevo intento de agitar otra vez a los calchaquíes, por lo que fue muerto por garrote en secreto en Lima el 3 de enero de 1667. Su cuerpo, ya sin vida, fue ahorcado y luego su cabeza exhibida en una pica. Mientras, muchos de los calchaquíes fueron desarraigados y divididos, sometidos a formas de trabajo forzado, para evitar otros posibles alzamientos.



Fuente:
- Historia de la Argentina. Universo Océano. MMVI Editorial Océano 

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