Carencia donde debería haber abundancia

noviembre 05, 2019

Opinión | 


En casa de herrero, cuchillo de palo

Como bien explica el famoso refrán, hemos visto más veces de las que podemos contar, situaciones
en las que faltan determinadas cosas en lugares donde se supone deberían encontrarse.

Una de las primeras veces que se nombra tal frase y se asienta en libros, es gracias al autor Jerónimo Martín Caro y Cejudo, un paremiógrafo que en 1675 escribió el libro que sentaría las bases de los refranes populares: “Refranes y modos de hablar castellanos: con latinos que les corresponde, juntamente con las glosas y explicación de los que tienen necesidad de ella”, donde da una breve pero concisa definición, escrita en español antiguo: “No hay quien menos se aproveche de las cosas, que el que las tiene muy a la mano.”

Una gran verdad socialmente aceptada que se aplica tanto al experto que no utiliza su habilidad en su propio hogar, como al experto que no emplea su habilidad en su propio interés.

El fenómeno se da en todos los ámbitos sociales y más seguido de lo que se cree, pero, ¿Por qué nos descuidamos a nosotros mismo? Puede que uno inconscientemente sienta que no lo merece, pues difícil es que coincida el deseo con el merecimiento.

A veces, también ayuda a esa situación las extenuantes horas de trabajo, según lo explica la psicóloga Catalina Valencia, “ellos asumen de manera diferente el espacio del trabajo y el espacio del hogar. En casa empiezan a generarse resistencias, llega el electricista cansado y no quiere revisar las instalaciones, quiere llegar a descansar, etc. Esto sucede con muchas profesiones”.

Y así como no se arregla o mejora la propia casa, muchas personas consideran que es mejor pedir ayuda o darle trabajo a un extraño que a su propio familiar. Allí, se sopesan situaciones más profundas que tienen que ver con la falta de comunicación y el acercamiento entre familiares. La razón por la que muchas veces las personas prefieren confiarse a un extraño está asociada con el tipo de relaciones que se desarrollan en familia, tal como lo muestra Luz Elena de la Rosa Puello, Psicóloga especialista en psicoterapia: “Cuando prima la desconfianza y el individualismo, falta la unidad familiar y la credibilidad, se opta por obtener ayudas profesionales particulares que no impliquen compromiso y deuda por beneficios.”

Es un gran absurdo en la realidad de una persona, o incluso de un país. Un gran ejemplo palpable y
actual del descuido de lo propio se da en Argentina, donde en el primer semestre del año 2019, la pobreza alcanzó al 35,4% de la población (según el INDEC), complicando así la alimentación de los habitantes y siendo los niños quienes más déficit tienen en sus comidas, contando con que tan sólo en 2017 el 17,6% de todos ellos pasaban hambre (Deuda Social de la Infancia de la UCA). La contradicción reside en que “La Argentina es el país que más alimentos produce per cápita en el mundo. Somos 40 millones de habitantes y producimos alimentos para 400 millones” declaró Gabriel Delgado, secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de la nación.

No obstante eso, de acuerdo con el Proyecto ABPU, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, poseen en conjunto, el 40% de las ventas mundiales de oleaginosas, aceites vegetales, carne y azúcar.

Es interesante observar cómo la lógica de desmerecimiento personal se da en múltiples ocasiones a lo largo de la vida del ser humano, en mayor y menor medida. A veces no importa las habilidades y la competencia, sino nuestras carencias individuales y la importancia que le damos a nuestra propia existencia.

Uno merece según se aprecia a sí mismo.
Este refrán funciona entonces como una especie de sabiduría popular, que no está para nada errado.


Dara de Azevedo.

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