La primer mujer que votó en Latinoamérica era argentina (1911)

diciembre 01, 2019

Ésta extraordinaria mujer logró ser la primera en votar en todo Latinoamérica, allá por el año 1911. Todavía faltaban ocho años para que naciera Eva Duarte, conocida por ser emblema del sufragio femenino en la Argentina. Julia Magdalena Ángela Lanteri, conocida simplemente como Julieta Lanteri, fue una médica, política, feminista, atea y socialista ítalo-argentina. (1873-1932).

En 1886, Lanteri ingresó al Colegio Nacional de La Plata, uno de los cuatro colegios secundarios
dependientes de la Universidad Nacional de La Plata, y por lo tanto, que la habilitaba a ingresar. Cuanto terminó en 1891 optó por estudiar para médica, una profesión literalmente prohibida a las mujeres, pero pudo acceder por un permiso especial del Dr. Leopoldo Montes de Oca (diputado de la prov. de Buenos Aires, jefe de la Comisión Sanitaria en la guerra del Paraguay y las epidemias que afectaron la ciudad en las décadas de 1860 y 1870. Hijo de Juan José Montes de Oca,). 

Se convirtió en la quinta médica recibida en Argentina y, junto con la primera médica del país Cecilia Grierson, fundó la Asociación Universitaria Argentina. Se perfeccionó en el Hospital Ramos Mejía.
En 1906, Lanteri asistió al Congreso Internacional del Libre Pensamiento que se hizo en Buenos Aires y contó con la presencia de otras feministas como Raquel Camaña, Elvira Rawson de Dellepiane, Petrona Eyle, Sara Justo, Cecilia Grierson y Adelia Di Carlo. El Congreso la expuso a ideas ligadas a obtener la igualdad de sexos, la igualdad política y el divorcio. 

En mayo de 1910 organizó, junto a otras mujeres, el Congreso Femenino Internacional que tuvo como sede a Buenos Aires.​ Se presentaron trabajos de mujeres de todo el mundo referidas a temáticas de género como derechos civiles y políticos, divorcio, educación, cultura, economía, etc. Fue el primer evento de este tipo que mostró al mundo, de manera concreta, la organización feminista y las propuestas para modificar las situaciones de inferioridad que vivían las mujeres.

Un año después Julieta observó que la Municipalidad de Buenos Aires convocaba a los ciudadanos a actualizar sus datos en los padrones para luego poder votar concejales municipales. Aunque se daba por hecho que las mujeres no podían formar parte de ese proceso, el texto sólo decía: «Los ciudadanos mayores, residentes en la ciudad, que tuvieran un comercio o industria o ejercieran una profesión liberal y pagasen impuestos», así que ella fue y se presentó, alegando que nada se decía sobre el sexo, que era una ciudadana como todos, incluido el derecho de hacer política y solicitó su inscripción en la justicia con una carta que tuvo que ser firmada por su esposo autorizándola a llevar adelante acciones legales.

El juez falló en favor de Julieta Lanteri y dijo: «Como juez tengo el deber de declarar que su derecho a la ciudadanía está consagrado por la Constitución y, en consecuencia, que la mujer goza en principio de los mismos derechos políticos que las leyes, que reglamentan su ejercicio, acuerdan a los ciudadanos varones, con las únicas restricciones que, expresamente, determinen dichas leyes, porque ningún habitante está privado de lo que ellas no prohíben»

El 26 de noviembre de 1911 votó en la Parroquia San Juan Evangelista de La Boca. El historiador y político Adolfo Saldías se desempeñaba como presidente de mesa y cuando Lanteri votó, la saludó y se congratuló «por ser el firmante del documento del primer sufragio de una mujer en el país y en Sudamérica». La Nación y a La Prensa (los diarios más famosos de Argentina en aquel momento) la entrevistaron y dieron a conocer el hecho al día siguiente.
Julieta Lanteri llegando a los comicios para depositar su voto, 1911.
Aunque la situación se resolvió con un éxito inaudito para la época, no todo podía terminar bien. El Concejo Deliberante, que había desaprobado fuertemente la situación, sancionó la famosa ley Sáenz Peña (ley 8871) en febrero de 1912, que aunque democratizaba el sistema electoral al disponer su carácter secreto y obligatorio, imposibilitaba a las mujeres a acudir a una instancia judicial para emitir su voto. Se estableció que el empadronamiento correspondería al mismo usado para el servicio militar, y ya que a éste sólo se anotaban hombres, la ley establecía una restricción para las mujeres.
Julieta Lanteri se presentó ante registros militares de la Capital Federal para solicitar ser enrolada y hasta acudió al Ministro de Guerra y Marina, pero su petición fue rechazada.

Viendo sus posibilidades de igualdad acortarse, se decidió por la batalla política para lograr ser candidata. En 1919 se postuló para ocupar una banca en la Cámara de Diputados de la Nación y ante la junta electoral presentó el siguiente escrito: «Siendo ciudadana argentina, por nacionalización y, en virtud de sentencia de la Corte Suprema, no figura mi nombre en el padrón electoral, no obstante las gestiones que he realizado con tal propósito. Creo, sin embargo, que ello no constituye impedimento alguno para la obtención del cargo de diputado, y ya que la Constitución Nacional emplea la designación genérica de ciudadano sin excluir a las personas de mi sexo, no exigiendo nada más que condiciones de residencia, edad y honorabilidad, dentro de las cuales me encuentro, concordando con ello la ley electoral, que no cita a la mujer en ninguna de sus excepciones.»
La Junta accedió al pedido aunque aclaró que esto no implicaba “pronunciamiento alguno sobre la cuestión de fondo que plantea la peticionante en el comienzo de su escrito”.

Lanteri compitió por una banca en el Congreso como diputada, convirtiéndose así en la primera mujer candidata en la Argentina.

La Lanteri, como comenzaron a llamarla despectivamente en algunos medios gráficos, se convirtió también en la primer mujer candidata a un cargo electivo en Argentina y se lanzó a la campaña de diputada con una plataforma electoral altamente progresista que incluía la licencia por maternidad y el subsidio estatal por hijo, la protección a los huérfanos, la prohibición de venta y la producción de bebidas alcohólicas, la abolición de la prostitución reglamentada, el  sufragio universal para los dos sexos,igualdad civil para los hijos legítimos y los conceptuados no legítimos; horario máximo de 6 horas de trabajo para la mujer; salario igual para trabajos equivalentes para los dos sexos; jubilación y pensión para todo empleado u obrero; abolición de la pena de muerte, divorcio absoluto y otros. 
Obtuvo 1730 votos de los 154 302, pero es importante recordar que todos sus votantes eran hombres. Al no ser legalizada para ingresar al parlamento, organizó y encabezó en Plaza Flores un encuentro que congregó más de dos mil personas, y llamó la atención de las feministas en el mundo. 

A principios de 1920, el Senador Dr. Juan B. Justo la incluyó en su lista del Partido Socialista Argentino junto a Alicia Moreau de Justo.

Fue poco después cuando Lanteri fundó el Partido Feminista Nacional por el que se postuló a legisladora en varias ocasiones. En 1924 Julieta tuvo el fantástico logro, en medio de elecciones emitidas por hombres, de terminar en segundo puesto. Y mientras más logros alcanzaba, más enemigos ganaba.
Aunque por supuesto, el descontento general no le evitó volverse amiga de reconocidos personajes que sí eran simpatizantes de su lucha, como Alfonsina Storni, Alfredo Palacios, José Ingenieros, entre otros famosos.

El 23 de febrero de 1932, la Dra. Lanteri caminaba por el microcentro de Buenos Aires, cuando un automovilista la golpeó y huyó. Murió a los 58 años después de dos días de agonía en el hospital. Unas 1.000 personas acompañaron su funeral, un número altísimo para la época.

El suceso, aunque rotulado como accidente por la policía, fue cuestionado por la cronista y escritora Adelia Di Carlo en la revista Caras y Caretas, del 5 de marzo de ese mismo año (pág. 99 de la edición Nº 1.744 ) en dónde la homenajeaba pero también sembraba serias dudas sobre las circunstancias de su muerte. Así como en artículos del diario El Mundo donde comenzó a publicar una investigación que determinaba que el informe policial estaba borroso y no se podía leer el nombre del conductor, que luego resultaría ser David Klapenbach, un miembro del grupo paramilitar de derecha conocido como la Liga Patriótica Argentina y había cometido numerosos asesinatos. Como respuesta a esa publicación, la casa de Adelia Di Carlo fue saqueada por la Policía Federal a modo de amenaza.

Actualmente, la muerte de ésta prócer latinoamericana es categorizada como feminicidio. Un crimen de odio, entendido como el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer.
Aunque ese fatídico acontecimiento terminó con su lucha, jamás va a poder acabar con su memoria.

Fuente:

Quizá te interese...

0 comentarios

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
//]]>